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Foto; Web
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20:45
horas: nunca tan temprano había visto a los británicos Iron Maiden, y son ya varias, pero todavía era de día, algo que
podía deslucir ciertas fases del espectáculo, tal y como pasó. Mientras que
sonaba por el P.A. el “Doctor Doctor” de UFO, los pipas corrían para dejarlo
todo arreglado y solucionado antes que la banda tomase al asalto el escenario.
Algo que pasó cuando se oyeron los primeros baquetazos de “Moonchild”, tras su intro,
en la que nos mostraban imágenes de icebergs en las pantallas situadas a los
laterales del escenario, que iban que ni pintadas para complementar la puesta
en escena elegida para este tour (la misma que utilizaron para la gira del
“Seventh son of a seventh son”, séptimo disco en estudio de la banda). Sin
descanso, enlazan con el primer single de ese disco, “Can I play with madness”,
cambiando el telón que utilizaban de fondo y dejando ver al Eddie que aparecía
en esa portada, pero “ligeramente” congelado, mientras que los tres
guitarristas (Dave Murray, con corte de pelo incluído, Adrian Smith y Janick
Gers) se colocan en primeras filas del escenario, junto con el bajista fundador
Steve Harris, al mismo tiempo que Nicko McBrain baquetea sin parar desde su
posición y Bruce, algo menos “The Bruce” que otras veces, Dickinson no para
quieto, yendo de un lado a otro, corriendo y saltando mientras que va cantando
las estrofas de los temas.
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Foto; Sergio Young Mustaine |
Una
pequeña intro pregrabada da paso a “The prisoner”, en la que Bruce empieza a
tener ya problemas a la hora de llegar a ciertas fases de los estribillos, y es
que los años no pasan en balde, pero bien es cierto, que su actitud es
encomiable. Pero si no es la voz del inagotable vocalista, es el viento el
encargado de “deslucir” un tanto la actuación, arruinando parte del sonido.
“Two minutes to midnight” llevará casi al clímax al público, con Bruce pidiendo
que se reaccione, con sus típicos “Scream for me”.
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Foto; Web |
Primera
vez en la que se descansa entre temas, y Bruce presenta el siguiente,
correspondiente a “Fear of the dark”: éste sería “Afraid to shoot strangers”,
montando un bonito sonido entre las tres guitarras doblándose entre sí. Unos
segundos tras terminar la canción, y el cantante desaparece tras el escenario,
para enseguida volver con una casaca roja y una bandera británica… Esto sólo
puede significar que la siguiente en sonar será “The trooper”, una de las
favoritas de la banda y del público, en la que nos dejamos casi la voz coreando
el estribillo. Pero si todavía teníamos voz, el próximo tema se iba a encargar
de ir agotándola un poco más, cuando por megafonía se escucha “Here is wisdom / He that hath
understanding count the number of the beast, for it is / man’s number / It’s
number / is Six Hundred and Sixty Six” del Libro del Apocalipsis, y “The
number of the Beast” nos golpea en pleno rostro, con un demonio en lo alto, observando como los
seis integrantes lo daban todo sobre el escenario, denominado ese día como
Clive Burr, el recientemente fallecido ex-batería de la “doncella de hierro”,
que tocaría en sus tres primeros discos.
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Foto; Web |
Un
cambio de telón, como con los británicos ya es habitual, pues tienen a su
mascota Eddie the Head, representado en varios diseños, y nos llevan a 1980, año
en que apareció su primer larga duración… La canción elegida es la extensa
“Phantom of the Opera”, con los ya típicos ir y venir de los componentes del
combo. Y llega el momento en que aparece el primero de los tres Eddies que nos
tenían preparados esta noche, una especie de muñeco gigante que se paseaba por
el escenario ataviado como si se tratase de un General Custer, buscando
atravesar con su sable a los chicos, mientras que ellos, prácticamente, se
reían de él, al mismo tiempo que estaban tocando “Run to the hills” y en las
pantallas se proyectaban escenas pertenecientes al video clip grabado en su
día, en aquel año 1982.
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Foto; Web |
“Wasted
years”, single de “Somewhere in time” sería la siguiente y serviría de prólogo
a “Seventh son of a seventh son”, en la que Eddie volvió a aparecer tras la
plataforma de la batería de Nicko, observando una bola de cristal y sentado
frente a un libro, que podía leer “gracias” a las llamas de unos candiles
situados a ambos lados. Momento en que aparece también un órgano tubular en uno
de los laterales y que, al final de la canción, múltiples llamaradas toman la
escena.
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Foto; Web |
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Foto; Sergio Young Mustaine |
La
fantástica “The Clairvoyant” y “Fear of the dark” les siguen… Momento en el que
esto escribe, al escuchar las primeras notas de ésta última, decide tomarse un
respiro y fumarse un cigarro tranquilamente: no me entendáis mal, es muy buena
canción y entiendo que hace moverse a la gente, pero al tocarla en determinados
shows, donde no pintaba nada, y sonar en ciertas emisoras, bares – pubs, que
parece que sólo conocen ese tema, uno ya acaba un tanto saturado de él. Y una
vez terminado éste, ya era hora de que se llegase a “Iron Maiden”, el tema en
que el grupo se suele despedir para volver con los bises, y ésta era la tercera
vez que Eddie aparecía en escena, caracterizado como el que aparecía en la
portada de “Seventh son…”, reviviendo aquel “Maiden England” del 1988,
reeditado este mismo año, con su hijo moviéndose bajo esa bolsa que era la
placenta, y con el que Bruce, Steve, Adrian, Dave, Janick y Nicko
desaparecieron de nuestra vista, por unos minutos.
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Foto; Web |
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Foto; Sergio Young Mustaine |
Pero
el clásico discurso de Winston Churchill, que termina con un “We shall never
surrender” (“Nunca nos rendiremos”) nos devuelve a los seis músicos para
interpretar los tres bises, siendo el primero de ellos “Aces high”. “The Evil
that men do” sería el segundo, con una genial interpretación del tema por parte
de los tres guitarristas. Y como tercer y último bis, nos tenían preparado
“Running free”, uno de esos clásicos que conformaron su primer disco, y en el
que Bruce fue presentando uno a uno a sus compañeros, y que nos llevó a
encontrar de nuevo el escenario vacío, mientras que los mismos pipas que hacía,
aproximadamente, 2 horas antes se esmeraban para dejarlo todo listo, ahora
realizaban su trabajo a la carrera, para desmontar todo lo montado sobre las
tablas y prepararlo para el siguiente grupo. Y todo ello, sin sonar esos
silbidos tan característicos que aparecen en el tema final de “La vida de
Brian”, que los británicos suelen poner en la megafonía cuando ya se retiran y
lleva por nombre “Always look on the bright side of life” (“Mira siempre el
lado brillante de la vida”).
Texto; Master Angel
Fotos; Sergio Young Mustaine , extraídas de la Web.
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Foto; Sergio Young Mustaine |
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Foto; Web |
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