En 1987, unos jovencitos alemanes originarios de Hamburgo y que se hacían llamar Helloween, se dieron a conocer al mundo publicando un disco que, a partir de entonces, se convertiría en santo y seña de la banda. Este disco, y el posterior, serían las piedras angulares del denominado power metal. Me estoy refiriendo al guardián de las siete llaves, “The Keeper of the seven keys” en sus dos primeras partes, y que convirtió a cinco teutones (Michael Kiske a la voz, Kai Hansen y Michael Weikath a las guitarras, Markus Grosskopf al bajo e Ingo Schwichtenberg a la batería) en grupo de primerísima fila. Pero el abandono de Hansen a mitad de la gira, el fracaso en ventas del siguiente “Pink bubbles go ape” y, sobre todo, de “Chameleon”, la expulsión de Kiske debida a problemas con Weikath y la enfermedad de Schwichtenberg y su adicción a ciertas sustancias desbarató el núcleo de la banda.
En 2010, el bajista Dennis Ward y el batería Kosta Zafiriou (ambos músicos de Pink Scream 69) se ponen en contacto con el guitarrista Mandy Meyer (Asia, Gotthard, Krokus) y con Michael Kiske para dar forma a Unisonic. Se llama para completar el combo a Kai Hansen, con lo que dos de las antiguas “calabazas” vuelven a unir sus fuerzas. Y ya en 2012, graban un EP de cuatro temas, “Ignition” en Enero, y un larga duración, “Unisonic”, dos meses después.
El pasado 12 de Octubre se celebró la segunda fecha de la gira española. El lugar: la sala “La Riviera” en Madrid.
Las puertas se abren puntualmente para que el público agolpado en su exterior vaya entrando. La sala presenta una muy buena entrada, a pesar de estar condenada toda su parte alta. Y por fín llega el momento; “La marcha de las valkirias” de Wagner lo atestigua, a la par que se apagan las luces del local y las siluetas de los músicos van tomando posiciones cuales sombras chinescas dentro de su, por su posición de artista invitado, pero telonero al fin y al cabo, reducido escenario. El primero en aparecer, como suele ser habitual, el baterista Kosta; a continuación, Dennis, Mandy y Kai; ellos cuatro se lanzan con los acordes de “Unisonic”, mientras Kiske se persona en el escenario, y el público lo recibe entre gritos y brazos levantados al aire. “Never too late” le sigue, con un riff llevado a la perfección por Kai y Mandy, mientras que Michael nos muestra lo que su voz sigue dando de sí, y eso es mucho, no nos olvidemos de ello. Y la multitud agolpada bajo el escenario no lo hace, pues al término de este tema se empieza a oir, por primera vez, los gritos de “KISKE, KISKE, KISKE” por todo el recinto, a lo cual, él contesta haciendo bromas de que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que oyó corear su nombre de esa manera: que ya no tiene esa mata de pelo, que tiene algún michelín más… Vamos que el tiempo no pasa en balde. Y nos enlaza con “King for a day”, volviendo a demostrar un chorro de voz espectacular, mientras que Kai se muestra casi aliviado por estar relegado a un segundo plano. Suena “Mi sanctuary”, una canción que en el futuro se va a convertir en clásico, tan solo hay que ver la reacción del respetable. Y llega el primer momentazo de la noche, cuando Kiske nos comenta que el siguiente en sonar es un tema de 1987 y Kai marca los primeros acordes de “March of time”, en el que los dos compañeros parecen ir buscándose para disfrutar de años pasados. “No one ever sees me”, en la que el vocalista colaboró como compositor, pone un poco de relax, y “Star rider” y “We rise”, de nuevo la velocidad en los temas, despidiéndose con “Never change me”. Pero la gente quiere más; la reunión en un grupo de dos de los ex componentes del Happy Halloween pide que se interpreten más temas de esa gloriosa época… Y así sería, pues después del solo de guitarra que se marca Kai, enlazan con “Future world” y “I want out”, alargándolas hasta la saciedad para que la gente disfrutara de ellos, y hasta el grupo, pues Kiske se marcaría varias estrofas, casi a capella (sólo acompañado del ritmo marcado por Dennis y Kosta) del rey Elvis Presley. Un gran final, que dejó oir de nuevo los cánticos de “KISKE, KISKE, KISKE”, pero esta vez vendrían acompañados por los de “HANSEN, HANSEN, HANSEN” y por los de “UNISONIC, UNISONIC, UNISONIC”. Realmente, un gran concierto de una banda que promete muchísimo, por actitud, por sonido y por buenísimas canciones (ya sean del pasado, o más recientes), en el que la gente recibió su dosis de nostalgia y se desahogó, incluso, con alguna que otra lagrimilla.
Un descanso y nos disponíamos a ver al grupo grande de la velada, a un grupo que proviene de Suiza, una nación que, aunque no es de las que se prodigue a la hora de dar músicos, ha entregado al mundo al grupo principal de esta noche, Gotthard, a Krokus, Celtic Frost y Coroner, entre otros, todos ellos muy diferentes entre sí. Esta noche era la primera vez que Madrid veía como Nic Maeder tomaba las riendas a la voz, tras la muerte de Steve Lee. El resto del grupo (Leo Leoni y Freddy Scherer – guitarras; Marc Lynn – bajo; Hena Habegger – batería) presenta una impresionante cifra a nivel de ventas en su propio país y en el resto del mundo, sobre todo cuando irrumpieron con “Lipservice” en 2005.
Justamente sería uno de los temas de ese disco, “Dream on” el que abriría el concierto, mientras que Leo y Freddy se colocaban a ambos lados del escenario y el “nuevo” Nic se plantaba en el centro para mostrarnos que él también sabe cantar, como su antecesor. “Gone too far” vió cómo se atrevió a coger la guitarra para acompañar a sus compañeros y dar al tema la pegada perfecta. Unos breves comentarios para presentarse ante la audiencia madrileña y Marc y Hena marcan las bases para que los guitarristas se lancen hacia “Starlight”, el primer tema que caería esta noche de su último disco “Firebirth”. A éste le siguen “Top of the world”, “Remember it´s me” y “Fight” (todos con buenísimo sonido y mostrando el gran momento por el que atraviesan los suizos), antes de llegar a la primera versión de las dos que nos ofrecerían hoy: “Hush”, de Billy Joe Royal, y que popularizarían Deep Purple, en el que Nic se pone un sombrero que no abandonaría en todo lo que quedaba de concierto y que aprovechó para hacer cantar un poco al público. Un “One life, one soul” dedicado al fallecido Steve Lee puso la guinda emotiva de la velada. Pero había que volver a poner rapidez al asunto y “Shine” y “The story is over” fueron quien se la dieron, siempre desde la labor inconmensurable del dueto Leoni-Scherer, que nos dieron literalmente con las notas que sacaban de las pastillas de sus guitarras lo que anunciaba la posterior “Fist in your face”. El grupo se estaba entregando, algo que el público supo como recompensar cantando, aplaudiendo y jaleándoles continuamente. El novedoso “Gimme real” fue el siguiente en sonar, y “Mountain Mama” llevó a Leoni a utilizar el talk-box, como lo hizo en su día, entre otros, Richie Sambora de Bon Jovi, banda que cuando tenía que tocar en Suiza y, ante una supuesta mala entrada, los llamaban para engordar ésta, hasta el punto de llenar estadios (así era el poder de convicción de esta banda, y así sigue siéndolo). Nic se adelanta un poco y presenta “Right on”, que aunque gustó, no fue nada comparado con lo que la audiencia montó con el que tocó cerrar el concierto: “Lift u up”, uno de los grandes himnos aparecidos en ese “Lipservice”, y que los suizos también llegaron a grabar en castellano denominándose “Tu pasión”. Pues eso, pasión, es lo que se respiraba, antes de que los cinco abandonasen el escenario, eso sí, por un breve espacio de tiempo, pues pasados unos minutos volvían para que, una vez más Leoni llevase a los suyos a interpretar “Master of illusion”, al que siguió “Anytime anywhere”, también grabada en castellano en su momento. Ante la insistencia del público a pedir otra más, ellos terminaron dándole “Quinn the eskimo (the mighty quinn)”, su segunda cover de la noche, esta vez de Bob Dylan, para dar fin a un concierto en el que, básicamente, todo el mundo se lo pasó en grande. En cuanto al grupo, sigue siendo de primera fila, con un Leo Leoni omnipresente, sin parar de moverse por todo el escenario y parte de barra (al más puro estilo Eric Sardinas), y respecto a Nic Maeder, aunque es muy buen cantante, con muchos matices, bien es cierto que no llega al nivel de Steve Lee, quien se metía al público en el bolsillo con un solo gesto. Puede que no haya nacido con ese Don o que, con el tiempo y las tablas, lo consiga… Pero eso, sólo el tiempo lo sabe.
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